"Mamá, si desaparezco, ¿a dónde voy?
No lo sé, hijo.
Solo sé que si desaparecieras te buscaría entre la tierra y debajo de ella.
Tocaría en cada puerta de cada casa.
Preguntaría a todas y a cada una de las personas que encontrara en mi camino.
Exigiría, todos y cada uno de los días, a cada instancia obligada a buscarte que lo hiciera hasta encontrarte.
Y querría, hijo, que no tuvieras miedo, porque te estoy buscando.
Por tercer año consecutivo, rodeado de este
orgullo patriotero que envuelve a México cada 15 de septiembre, hago un breve
recuento de algunas noticias. Al igual que los dos años anteriores, basta un
par de horas de búsqueda en los diarios estatales para darme cuenta de que
México no cambia. En este último año –desde septiembre de 2015- he escuchado y
leído decenas de veces ese sentir que caracteriza a millones de mexicanos, y
casi invariablemente a los mexicanos que viven en el extranjero: que somos el
mejor país del mundo, que tenemos la mejor gastronomía, el mejor clima, la
gente más linda y amable, la Historia más rica, las tradiciones más bellas, las
playas más paradisíacas, la cultura más admirable.
Que como México no hay dos.
Ese discurso, tan sesgado y parcial, alimenta
esa falsa imagen de México en el extranjero, y aunque seguramente México no es
el único país erróneamente idealizado, es el único que conozco lo suficiente, y
por eso hablo de él, porque es el único país que puede dolerme como me duele. Sé
bien que no todo México es Playa del Carmen, que no toda la Ciudad de México es
Coyoacán, Polanco y Xochimilco, que no todo aquí es folklore y alegría. Decir
México es decir narcoestado, desaparecidos, violencia, racismo, pobreza,
feminicidios. Decir México es decir Tlatlaya, Ayotzinapa, Tlalmanalco, San Juan
Ixtayopan. Una masacre por cada playa bonita, un crimen de Estado por cada
baile regional, un desaparecido por cada plato típico que tanto presumimos.
México sigue ocupando los primeros lugares en
los mismo ámbitos: desigualdad, corrupción, embarazos no deseados, obesidad
infantil, feminicidios, periodistas asesinados, secuestros, asesinatos de
menores. Sólo en los 4 años del Gobierno de Peña Nieto, más de 78 mil
ejecutados.
Pero, ¡como México no hay dos!, gritamos con
orgullo.
Al igual que los dos años anteriores, estas
historias no son excepcionales, ni tampoco son las más violentas; son historias
cotidianas ocurridas durante las últimas dos semanas. Historias de un país
salvaje que nos negamos a ver, que incluso negamos; historias que creemos que
no reflejan lo que es en realidad México.
Cuautitlán Izcalli, Estado de México, 1 de
septiembre
Trabajadores del Parque Industrial Cuamatla (en
el mismo municipio donde vive mi madre), reportaron a la policía, hace casi dos semanas, dos bolsas
negras cerca de la esquina de las calles Henry Ford y Lavoisier. Sabíamos que eran cuerpos humanos, dice
uno de los trabajadores. A los perros no
los echan en bolsas. También avisamos a los bomberos pero no vinieron, pero
unos perros abrieron las bolsas y el olor ya era insoportable, así que volvimos
a ir a la policía hasta que nos hicieron caso.
La policía descubre, en una bolsa, el cadáver
de una mujer de unos 25 años y un bebé de meses. En la otra bolsa, el cadáver
de un niño de unos 7 años. Los tres cuerpos están calcinados y en avanzado
estado de descomposición, por lo que aún no se identifica quiénes son, ni por
qué los mataron.
Un bebé y un niño de 7 años, calcinados, en
bolsas, tirados en la calle.
Veracruz, 3 de septiembre
En los últimos 4 años, el Gobierno de Veracruz
ha identificado 6 fosas clandestinas con cuerpos de personas desaparecidas. Lucía
de los Ángeles García, portavoz del colectivo Solecito (un grupo formado por madres
que buscan a sus hijos desaparecidos en dicho estado), informó que ellas, las
madres de los desaparecidos, han encontrado, sólo en el mes de agosto y sólo en
2 hectáreas cerca del puerto de Veracruz, 75 fosas con al menos 3 cuerpos cada
una.
El fraccionamiento Colinas de Santa Fe, donde
se encuentran las 75 fosas, está en una zona urbana y vigilada. Las fosas
fueron cavadas con maquinaria pesada. ¿Cómo se entierran más de 200 cuerpos en
una zona así sin que nadie lo note?
Puebla, 7 de septiembre
El personal de limpieza de la autopista
Puebla-Orizaba encontró el cadáver de un bebé recién nacido, envuelto en una
manta, en medio de uno de los carriles. Los paramédicos de Caminos y Puentes
Federales retiraron el cuerpo y encontraron más mantas manchadas de sangre a
unos metros de la autopista. Se cree que la madre dio a luz y abandonó al bebé,
y que algún animal, probablemente un perro, arrastró el cuerpo hasta la
autopista, donde un auto lo atropelló, pues el bebé tenía el cráneo partido.
Putla de Guerrero, Oaxaca, 8 de septiembre
Hace dos semanas, Juana Ramírez, de 25 años,
maestra de primaria, salió de su casa al trabajo. No volvió. Su esposo,
Clemente Martínez, la reportó como desaparecida. Hace unos días encontraron su
cuerpo flotando en el río Copala. Estaba semidesnuda y con 10 disparos en el
pecho. Como miles de feminicidios en México, se desconoce al responsable y los
motivos.
Xalapa, Veracruz, 13 de septiembre
Cinco cabezas humanas fueron encontradas en una
bolsa a un lado de la carretera Los Choapas-Paralelos. Dichas cabezas
corresponden a los 5 cuerpos encontrados el pasado 6 de septiembre a un lado de
la carretera Los Choapas-Raudelas. Al ser identificados por sus familiares
gracias a alguna cicatriz o a algún tatuaje, los cuerpos habían sido sepultados
incompletos. Se trata de una familia completa: María de la Cruz, de 41 años;
Jesús, de 42; Isidro, de 21; Rubén, de 17, y Félix, de 16.
Puebla, 14 de septiembre
Aurelio Campos, director del semanario El Gráfico de la Sierra, fue
interceptado por dos vehículos en la carretera México-Tuxpan. Recibió varios
disparos y murió camino al hospital. Alcanzó a mencionar el nombre de otro
periodista, quien ahora se encuentra bajo protección. Aurelio había creado
recientemente su propio semanario y se dedicaba a investigar casos de secuestro
en la Sierra Norte de Puebla. En promedio, cada 26 días un periodista es
asesinado en México.
Pachuca, Hidalgo, 15 de septiembre
Cristian, de 16 años, volvía a su casa luego de
su entrenamiento de futbol. Una camioneta negra se detuvo a su lado, dos
hombres lo subieron, le cubrieron la cabeza y comenzaron a golpearlo. Le
cortaron el dedo meñique con unas tijeras y le dijeron que si su familia no
pagaba 50 mil pesos lo matarían. Luego de casi una hora y de no poder comunicarse
con la familia de Cristian, los secuestradores se dieron cuenta de que se
habían equivocado de persona.
Lo tiraron medio inconsciente en ciudad
Sahagún, cerca de la medianoche. Perdón,
nos equivocamos, le dijeron.
Historias así pasan todos los días en este país
de gente hospitalaria, amable, linda. Imagínense si fuéramos un país de gente
violenta.
Es verdad.
Como México no hay dos.