Durante los últimos 4 años he vivido rodeado de
sílabas imposibles, de inviernos largos que alcanzan los 25 grados bajo cero y
que cubren la ciudad de una blancura increíble, de comida triste y con muy poco
sabor, de mujeres guapísimas, de una liga de futbol para llorar (incluso peor
que la mexicana), de gente con semblante serio y esporádicas sonrisas, de
meseros malhumorados y del mejor vodka del mundo.
Así, a grandes rasgos, ha sido mi experiencia
en Polonia, el país de las consonantes impronunciables.
Sólo así, a grandes rasgos, puedo hablar de
Polonia. De los polacos no; de ellos no tengo ni zorra idea. Después de 4 años
soy incapaz de decir cómo son los polacos. No los conozco, no los entiendo, y a
decir verdad, tampoco sé si en realidad me interesa entenderlos.
Por suerte, en Cracovia abundan los tipos
listos. Los extranjeros listos. Tipos que con su perspicacia esclarecen el
misterio de los polacos, de Polonia, de este país otrora invadido, repartido,
desaparecido del mapa; de este país de consonantes impronunciables.
Entre la comunidad hispanohablante es frecuente
escuchar ciertos comentarios sobre Polonia y los polacos, buenos y malos,
estúpidos e interesantes (que si el frío, que si se quejan todo el tiempo, que
si las polacas están muy buenas, que si trabajan muy duro, que si beben o no
beben). Hay un tipo en particular, que por supuesto no se llama Alberto y no es
andaluz, a quien constantemente me encuentro en alguna reunión, fiesta, evento,
cualquier cosa donde haya hispanos; ahí está el perspicaz Alberto, explicando al
resto cómo son los polacos y Polonia.
Es que los polacos no
soportan esto ni lo otro… los polacos son así y así… cuando los polacos quieren
decir esto, entonces…
Y así como Alberto, hay muchos. Tipos que
vienen a Polonia un semestre de intercambio o que conocen a una polaca en su
país, que se enamoran de ella y deciden quedarse, y entonces conocen a la
familia de su novia, a sus cuatro o cinco vecinos, y a tres o cuatro amigos
más, y tienen los santos huevos de decir cómo son los polacos. Impresionante.
Viven aquí dos años, o tres o cinco, y ya saben cómo son los polacos, y claro
que esto me indigna porque yo llevo más de treinta años sin entender cómo somos
exactamente los mexicanos. Gracias a Dios existen estos tipos listos que se
echan una novia polaca y ya saben cómo es toda una nación, y nos lo pueden explicar.
¿Y cómo es Polonia y los polacos?, me pregunta
de vez en cuando algún amigo. Y me da una pereza enorme responder. Puedo decir
más o menos cómo es Cracovia, el resto del país no sé. Y puedo decir cómo son
cierto tipo de polacos, ya que al ser profesor de español, mi contacto se
reduce a un grupo muy específico: estudiantes universitarios o egresados, gente
que se interesa por los idiomas, que le gusta conocer otras culturas, que le
gusta viajar y aprender cosas ajenas a su país, gente económicamente acomodada
que puede permitirse pagar un curso de español, y que a menudo puede permitirse
viajar al extranjero. Con 4 años de contacto con ese tipo de polacos, y viviendo
en Cracovia, bien puedo afirmar que Polonia es un país maravilloso, que su
gente es superabierta, amable, bien educada, que se interesa por otras
culturas y otras lenguas, que a los polacos les gusta estudiar y ocupar su
tiempo en cosas productivas, que son hospitalarios, que al polaco le cuesta
tiempo abrirse y aceptarte pero que cuando lo hace te considera como de la
familia y todas esas cosas que dice cualquier Alberto después de conocer a la
familia de su novia.
Pero eso es mentira.
Eso es lo poco que yo he conocido de Polonia y de los polacos. Sin embargo, polacos
son también los miles que están en Londres haciendo los trabajos más duros; polacos son también los de los pueblos, o los sexagenarios que aún
recuerdan el comunismo y que sabrán ellos si lo añoran o lo condenan; y son
también polacos los chicos que escriben jebać żydów en algunas paredes, o los cabezas rapadas que cada año
desfilan gritando Polska dla Polaków (Polonia para los polacos) y que no están
precisamente interesados en conocer otras culturas, aunque a esos polacos –para
mi suerte- no los he tratado tanto.
¿Que cómo es Polonia y los polacos? No lo sé.
Sé que sus mujeres son escandalosamente guapas, su idioma impronunciable y su
comida triste. Y todo esto es subjetivo. ¿A qué viene entonces toda esta
perorata? A que me ha tomado 4 años poder escribir algo sobre Polonia, y sé que
lo siguiente que escriba serán puras percepciones, fragmentos de un país y una
sociedad ajenos que no pretendo entender por completo; ya bastante me cuesta
entender a México y a los mexicanos.
¿Qué cómo es México y los mexicanos, entonces?
De eso tal vez sí pueda decir algo más.