Me gusta enviar postales. Que si el e-mail o
Facebook son muy “impersonales”, que si el correo tradicional es más… cercano,
más literario o cualquier patraña similar, no lo sé, ni me importa. Mando postales
porque me gusta. Me gusta comprarlas, pensar qué cosas escribir en ellas,
pegarles sellos de lugares extraños y finalmente echarlas a cualquier buzón,
sin saber si llegarán. Me gusta y punto, y me parece que a las personas a
quienes se las envío les gusta recibirlas, así que ya está. No tengo nada en
contra de Facebook –lo uso casi a diario-, pero son cosas distintas.
De hecho, a través de Facebook les pedí a
cuatro o cinco amigos que me enviaran su dirección completa para enviarles una
postal. Sé que al hacerlo arruiné la sorpresa, pero qué le iba a hacer, no
tenía su dirección.
Miodowa 7, Kraków, Polska, 31-0071.
2130 Lake St, Madison, Wisconsin, 53703, USA.
Carretas 15, 28012, Madrid, España.
En general así funciona. Calle, número, ciudad
–estado o región, a veces-, país y código postal. Cinco o seis datos, nada más.
No es necesario agregar otra cosa, pero en México complicamos las cosas, y no
sé si lo hacemos porque somos idiotas,
ignorantes, inocentes, o simplemente porque nos gusta joder al otro, o sea, por
cabrones.
Escribí las tres direcciones anteriores en las
postales que había comprado, y al final la de dos amigos en México:
Unidad habitacional Generalísimo José María
Morelos y Pavón, edificio
12-G, departamento 306, col. Bosques de la Hacienda, segunda sección, San Felipe del Progreso, Estado de México,
C.P. 52750-CR52705.
Avenida Héroes de la Independencia 203, privada H, lote
10, manzana 3, casa 12B, Fraccionamiento Rinconada San
Sebastián, Col. Ampliación
Santa Catarina, Chimalhuacán, Estado de México, C.P. 56330. *
No es broma, y no es gracioso cuando uno quiere
mandarle una postal a un amigo que tiene una dirección más larga que un cuento
de Augusto Monterroso. Es indignante, es frustrante, es desesperantemente
ridículo.
No tengo idea quiénes se encargan de asignar
tales direcciones a las casas. ¿Ingenieros, arquitectos, topógrafos, empresarios,
políticos? Ni idea, pero no hay que ser Stephen Hawking para entender que los
números son infinitos. IN-FI-NI-TOS. Así que por muy grande que sea una unidad
habitacional, por muchas casas que tenga un fraccionamiento, bastaría con
indicar el número de la calle y el número interior (el de la casa).
No sé si en otros países las direcciones son
así de ridículas, pero si es así, entonces ellos son igual de idiotas, o igual
de cabrones, que en este caso no es muy distinto. Cuando un amigo español me
preguntó que significaba “Col.” y le respondí que colonia, me miró entre burlón e incrédulo y me dijo: ¿Colonia?
¿Cómo en el siglo XVI? ¿No basta con escribir la ciudad?
Pues sí, como en el siglo XVI.
Cuando por fin terminé de escribir la dirección
de mi amigo en la postal y pegué los sellos, no quedaba prácticamente espacio
para escribir nada más, así que agregué, ya bastante molesto.
Saludos. ¿Te puedo enviar postales a casa de tu mamá? Un abrazo.
La de España y la de Estados Unidos tardaron
dos semanas en llegar; la de Polonia, un par de días más. Las de México aún no
han llegado. Probablemente hay dos colonias que se llaman Bosques de la
Hacienda segunda sección, u olvidé especificar si era segunda sección oriente o
segunda sección poniente, o me faltó escribir el segundo código postal…
Y como quizá mis dos amigos estén leyendo esto,
pues que se enteren que hace dos meses les envié una postal. Y sé que les
habría gustado.
Leo de nuevo sus direcciones, y me da mucha risa, y mucha rabia. Y entre suspiros de burla y fastidio, me
repito:
Infinitos, maldita sea. IN-FI-NI-TOS.
*He cambiado el nombre
de las calles por colonias, municipios y fraccionamientos, con el fin de no
evidenciar la verdadera y ridícula dirección de mis amigos, pero no he agregado
nada. Sus direcciones de verdad contienen todas esas palabras.
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