¿Será verdad eso de que la poesía es un arma
cargada de futuro, como decía Gabriel Celaya? ¿En verdad se puede cambiar el
mundo a través de la poesía? Yo quiero creerlo, y hay días en que en verdad lo
creo. Y hay días, en cambio, en que tal idea me parece absurda. Me lo pregunto
constantemente. ¿De verdad podrán los poetas, la poesía, cambiar el mundo algún
día?
Y no lo sé. Sencillamente no lo sé.
En 1939 Franklin D.
Roosevelt se refirió a Anastasio Somoza –por entonces dictador de Nicaragua- diciendo:
Somoza may be a son of a bitch, but he´s
OUR son of a bitch.
La historia de América Latina ha estado plagada de hijos de puta como
Somoza. A veces pienso que la Historia en general se reduce a unos cuantos
hijos de puta jodiendo –o jodiéndonos- a otros tantos ligeramente menos hijos
de puta, mientras unos pocos, que para nada son hijos de puta, tratan de hacer
lo que se pueda por que esto sea un lugar mejor.
El caso es que, entre el temor de vivir en un estado dictatorial y la preocupación
por mantener a su madre y a su hermana menor, Rigoberto López Pérez buscaba
incansablemente espacios para compartir con el mundo su poesía, pero las
publicaciones eran estrictamente controladas y sus versos eran leídos por
apenas algunos amigos y familiares. Eran tiempos difíciles para la poesía -como
todos los tiempos- pero Rigoberto no cesaba en su empeño de sentir el pulso de
ése, su país, y traducirlo, de plasmar a través de la palabra el miedo y la
desesperación de ver a su patria sumida en la miseria y la represión.
Tristemente, su rebeldía poética, o su poesía rebelde, no fue arma suficiente.
Como miles de poetas, tal vez millones, Rigoberto nunca publicó un libro
(quizá ser poeta no signifique escribir poemas), aunque la poesía siempre
estuvo latente en su vida. Actualmente Rigoberto López no es recordado en
Nicaragua como un gran poeta, sino como un héroe nacional.
El 21 de septiembre de 1956 se llevaba a cabo una fiesta de altos mandos
militares en la Casa del Obrero; Rigoberto dejó una breve carta para su madre (…piensen que
lo que yo he hecho es un deber
que cualquier nicaragüense que de veras quiera a su patria debía haber llevado
a cabo hace mucho tiempo), dio un beso
a su hermana y se dirigió al lugar de
la ceremonia, a la cual pudo introducirse con una identificación de periodista
que un amigo le había proporcionado. Se paseó unos minutos por el lugar,
fingiendo hacer fotos o entrevistar a algún político menor. Y de pronto lo vio,
vio a Somoza. Rigoberto se acercó. No titubeó. Un tiro a quemarropa justo en el
pecho. El dictador había caído. Segundos después Rigoberto también cayó, éste
con una veintena de balas en el cuerpo.
A Somoza lo llevaron inmediatamente al hospital más cercano,
aunque ya era demasiado tarde. Hubo exequias suntuosas para el dictador, no así
para Rigoberto, quien ya no supo siquiera de las torturas que su madre y su hermana
tuvieron que sufrir.
Yo no sé si la poesía de Rigoberto López estaba cargada de futuro.
No sé si lo que hizo se puede, de alguna forma, justificar. No sé si los poetas
podrán algún día cambiar el mundo. Sé que hay poetas, y dictadores, y asesinos.
Y veo lo mismo, exactamente lo mismo día tras día, en Michoacán, en Kiev, en
Caracas. Y no puedo; hay días en que de verdad no puedo con esto.
Y leo ese hermoso poema de Gabriel Celaya, y pienso en Rigoberto
López.
Y no sé. Sencillamente no lo sé.
“…porque
vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos
tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos,
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos,
se
desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido,
partido
hasta mancharse.
Hago mías las faltas.
Hago mías las faltas.
Siento
en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá
de
mis penas personales,
me
ensancho.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho…”
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho…”
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