Todo es enorme en
este país: las montañas, los desiertos, las autopistas, los puentes, las cajas
de Corn Flakes, los helados, los pasillos de los supermercados, las rebanadas
de tocino. Parques nacionales del tamaño de Puerto Rico, lagos más grandes que
Eslovaquia o Suiza. Sólo en el Gran Cañón del Colorado cabrían 8 países de
Europa; hay librerías más grandes que Mónaco, hamburguesas del tamaño de
pizzas. Hay incluso tiendas de ropa donde la talla más pequeña es XL.
La cultura culinaria
estadounidense también llega a ser exagerada. No solamente en cuestión de
tamaño. Muchos sitios de comida han ido forjando fama e identidad a través de
platos únicos; combinaciones, fusiones, experimentos posibles, en gran medida,
gracias a las enormes comunidades de inmigrantes que hay, y que al paso de los
años han ido incorporando ingredientes y métodos. El resultado: tacos mexicanos
americanizados, pierogi de hamburguesa, sushi-burrito, pizza de Nutella,
ceviche estilo California, refresco de maíz, pollo con sabor a cerdo o helado
de tocino.
Algunos gustan y
algunos no, es cuestión de paladares, y yo esta vez vine a este país con la
intención de reventar, de llenarme las arterias de grasa y de sabor, que tanta
falta me hace del otro lado del Atlántico. Así que en lugar de guía de Lonely
Planet, esta vez decidí hacer una ruta culinaria. Mis hermanas y yo habíamos
planeado un viaje en coche por el Noroeste del país, partiendo de Minnesota,
donde vive una de mis hermanas, y yendo hacia el Oeste hasta Seattle, luego al
Sureste hasta Utah y volver a través de Nebraska y Iowa. Sobre esta ruta,
decidí que mi guía de viaje sería Man Vs.
Food, un programa de televisión en el que el actor Adam Richman recorre el
país probando las cosas más exageradas y suculentas que se puedan encontrar, y
que igual pueden estar en una capital estatal o en algún bar de camioneros, o
en un pequeño restaurante familiar de un pueblo bicicletero y olvidado.
Además de recorrer
el Oeste Americano, tendría oportunidad de probar esas deliciosas
monstruosidades que abundan en el país de las cosas XL.
Apenas a unas
calles de la casa de mi hermana comenzó el tour gastronómico. El lugar: 5-8
Club, el mejor sitio para comer la famosa Jucy
Lucy, una hamburguesa típica de Minnesota, hecha con pan horneado ahí
mismo, carne rellena de queso y jalapeños, y el sello del lugar, la salsa
Lucifer. Todo empezaba bien.
Y mientras nos
dirigíamos hacia el Oeste, y atravesábamos llanuras interminables adentrándonos
en territorio de los indios Sioux o Dakota, iba encontrando delicias
impensables: una taco-pizza a las afueras de Sioux Falls, el monstruoso farmer´s breakfast o el ligeramente
picante cajun de Fieldhouse Cafe, en
Billings, Montana. Pero sin duda lo mejor del Midwest fue la snag burger que nos preparó un bartender
con pinta de exconvicto en uno de los 3 únicos bares que hay en Red Lodge, a
orillas del highway 212, conocido como Beartooth
road por sus peligrosas curvas (y por sus hamburguesas).
Llegamos a Seattle,
hogar de Pearl Jam, de Nirvana, de Jimmy Hendrix y del Captain´s combo que sirven en The Crab Pot; una montaña de mariscos
con 4 salsas a escoger, pero que sólo viejos lobos de mar pueden digerir y
dejar su nombre en el hall of fame del lugar. Lo mismo me sucedió
en Beth´s Cafe con el Southwestern
Exposure, un omelet de 12 huevos y 10 ingredientes (servido en una charola
para pizza). Imposible. Al igual que Adam Richman, yo también fui derrotado por
estos platos inmensos: para eso también se necesita un estómago XL.
Después fuimos hacia
el Sur, a Portland, y el programa de Richman me llevó al café Stone y a sus
pancakes de 33 centímetros, a Voodoo Doughnut y sus 70 variedades de donas y
panqués, y finalmente a Molly´s bar a probar las famosas Great Balls of Fire: 5
chiles habaneros rellenos de queso y bañados en salsa de… habanero.
Adam Richman se
estaba convirtiendo en mi gurú, en mi pastor.
El estado de Utah
tiene cosas gigantescas: la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días, las impresionantes formaciones geológicas de Monument Valley, o las
hamburguesas de búfalo. Hires Big H es un merendero con decoración de los años
50, y uno de los 25 mejores lugares para comer hamburguesas de todo el país. Y
como en los años 50, se puede acompañar perfectamente una hamburguesa con una
malteada de chocolate sin que el mesero te mire raro.
En Omaha volví a
ser derrotado por el sello de la casa: un enorme T-bone marinado en whiskey.
Eso y la canción de Bob Seger son las únicas dos cosas interesantes que puedo
decir sobre Nebraska.
Y cuando pensaba
que la comida tex-mex –con sus chimichangas, fajitas, crunchy tacos o chicken
nachos- no tenía nada que pudiera impresionarme, me fui a encontrar en Denver
con un colosal y delicioso burrito de 2 kilos (pollo, res, camarones, huevo, arroz,
frijoles refritos, 3 salsas y 3 quesos, todo envuelto en 4 tortillas y del
tamaño de un bebé). Y ya puestos a recordar México, me fui con mi carnala al
bar El Patrón, justo frente al estadio de los Broncos, a tomarnos una michelada
con mariscos (para quien no tenga idea, esto quiere decir una cerveza en tarro
con mucho limón, sal, salsa picante, ostiones y camarones. Una delicia).
Para cuando
llegamos a Des Moines, Iowa, mi estómago me maldecía o me pedía más, no estoy
seguro, pero no podía terminar esta ruta gastronómica sin unas buenas costillas
BBQ, así que fui a Flying Mango a saborear unas con 17 salsas diferentes. Igual
que Richman, salí de ahí con una sonrisa de oreja a oreja y un hoyo del
cinturón más flojo.
Me voy de aquí con
cierta nostalgia estomacal. Y sí, este país podrá ser deleznable en muchas
cosas, y podrá ser odiado con mucha razón, y tener ese complejo de eterno
salvador de la humanidad, y una historia llena de invasiones a medio mundo y
millonarios estúpidos y racistas que quieren ser presidentes, pero tiene
también excelente rock, literatura y comida. Aunque aún haya puristas
culinarios que digan que no existe comida estadounidense.
No tienen ni idea. En este país se come
como rey.
es verdad, dicho país puede tener muchas cosas negativas pero ya cuando estas ahí merece otra mirada
ResponderEliminarAsí es Karina. Creo que en cuestión de comida, música, literatura y cine, Estados Unidos tiene cosas geniales y merece otra mirada. Saludos XL!!
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