miércoles, 21 de octubre de 2015

Cada día es un regalo




Ha sido un mes particularmente deprimente.

Es la cuarta o quinta vez que comienzo a escribir este texto.

Siento por momentos que las manos y el pecho y la garganta me laten de odio.


Mentira. Debe de ser la sexta o séptima vez que empiezo este texto durante los últimos días. Y nada. Me quedo en blanco a los dos párrafos, lo borro todo, empiezo de nuevo, vuelvo a borrarlo. Y ese odio del pecho se vuelve desolación, y acabo cerrando mi lap top y yéndome a la cama.

Ahora mismo, si me detengo un poco para tratar de poner orden, me quedaré en blanco de nuevo y no quiero.


Cada día es un regalo. Así se llama una de las fotografías que participan en un concurso nacional titulado México en una imagen. Cada día es un regalo. Y se ve un gran árbol en medio de un prado, un sol resplandeciente y unas montañas al fondo. No hay gente en la imagen, sólo el azul del cielo y el contraste de los verdes del prado, del árbol y su sombra.

Me he aguantado las ganas de bajar la foto y editarla: poner sobre ese verde prado y bajo ese resplandeciente sol, la imagen de David y Abraham Copado Molina, los dos hermanos que trabajaban para Estudios de Opinión Pública del Distrito Federal, y que fueron linchados la noche del lunes pasado en Ajalpan, Puebla, mientras realizaban unas encuestas, pues fueron confundidos con secuestradores. Los golpearon, les dieron varios machetazos y les prendieron fuego mientras la policía observaba porque –dicen-, la gente estaba fuera de control.

Me he aguantado las ganas de poner la foto de los hermanos Copado Molina en medio de ese prado espectacular y enviarla al concurso.

El prado seguro se lo imaginan. La otra imagen la dejo aquí, y me tiene sin cuidado si le hiero la sensibilidad a alguien.


Ahí hay mucho México en una imagen.


Ahí va otra vez este güey a hablar de muertos y descabezados -pensará quizá alguien que más o menos sigue este blog-. Otra vez con lo mismo, ya entendimos, Alejandro, ya sabemos, ya está bien de hablar de cosas feas. ¿O qué quieres?, ¿qué propones? Nomás criticas pero no haces nada para cambiar las cosas.

No, no voy a cambiar nada. No vamos a cambiar a México. Y yo no tengo ninguna propuesta, ninguna solución, ninguna crítica. Lo mío es rabia, es odio puro y genuino contra todo esto que veo cada día antes de irme a la cama, al despertar, al encender la computadora y ver las noticias.


Jorge y Marcela, hermanos de 8 y 5 años de edad, ejecutados de un tiro en la cabeza (Zoyotlán, Guerrero, hace 3 semanas).

Bastian Elías, de 6 meses, asesinado a golpes por su padre, Gael Elías, de 21 años, porque no dejaba de llorar (Ciudad Juárez, 8 de octubre)

Otro bebé, de 8 meses, muerto a causa de los golpes que sus padres le dieron con un cable porque lloraba mucho (Tepoztlán, Morelos, 9 de octubre).

Mireya Pérez, de 35 años, y su hija Marely, de 4, degolladas dentro de su casa por razones desconocidas (Puebla, 11 de octubre).

Guillermo Gastélum, asesinado por un chico sicario de 14 años a quien un desconocido le ofreció 1,800 dólares por matarlo (Tijuana, el miércoles pasado).

Tres hermanas de 7, 9 y 11 años, asesinadas por su padre, quien también estranguló a su esposa y después se pegó un tiro porque tenía problemas económicos (Del. Álvaro Obregón, DF, el viernes pasado).

Un cadáver colgando de un puente, envuelto en vendas y con una máscara negra, con signos de tortura y dos tiros en la cabeza (Iztapalapa, DF, hace 3 días).

Dos familias enteras, una de 6 y otra de 4 personas –entre ellas un bebé-, ejecutadas con AK-47 (Veracruz, hace dos días).

Alexa Ramírez, de 8 meses, quien fue arrancada de los brazos de su madre durante el robo de su auto, apareció muerta, flotando en una bolsa de plástico, en la ribera de un río (Irapuato, ayer).

Dos cadáveres, hombres de entre 30 y 40 años. Uno calcinado en un contenedor, otro tendido sobre la acera, maniatado y con un mensaje dirigido a Miguel Ángel Mancera, Jefe de Gobierno del DF. (Iztapalapa, esta mañana).


No tengo ninguna propuesta. No tengo soluciones. No voy a cambiar nada. Es sólo esta rabia que me palpita en las manos, en el pecho, en la garganta.


Pero cada día es un regalo.


Que se lo digan a la madre de Jorge y Marcela. A los padres de David y Abraham.



Cada día es un regalo (sic).