domingo, 29 de julio de 2012

Quédate otros treinta años


¿En qué momento comencé a perderte?, ¿en qué noche comenzaste a irte?, ¿lo tenías ya decidido hace diez años, o hace veinte? 

De los primeros diez años no hay ni qué decir; no me importabas, no te veía, no notaba siquiera tu presencia, ahí, siempre conmigo. Incluso durante los siguientes diez años, jamás me pasó por la cabeza que algún día podrías irte. No. Esos diez años (los de en medio) fueron nuestros mejores tiempos. Hoy finalmente me queda claro que no te vas a quedar más conmigo. Treinta años juntos son muy pocos.

Supongo que, como sucede con muchas cosas que terminan, al principio no quise ver que pronto te irías. Había indicios cada vez más claros. Por cierto, ¿cuándo fue el primero?, ¿hace quince años, en la prepa? No, en ese tiempo tú y yo éramos indestructibles, éramos uno solo, eras mi orgullo. ¿Cuándo, entonces?, ¿hace diez años, en la universidad? No, ésos fueron nuestros años dorados, ¿recuerdas? Y aunque quizá tú empezaste a mostrarme que no estarías siempre conmigo, que algún día te irías, aún así, hicimos lo que quisimos.

Fue después, hace siete u ocho años, cuando tus indicios se volvieron más evidentes; ya no pude seguir ignorando las bromas de un par de amigos sobre mi ancha frente. Pero seguí creyendo –muy en el fondo- que lo tuyo no iba en serio.

Es definitivo. Te me vas. Lo confirmo más cada día, cuando en mi almohada aparecen otros treinta o cuarenta cadáveres de lo que alguna vez fue una abundante cabellera; lo confirmo en la coladera del baño, en el piso, en el lavabo. Lo nuestro ya no lo arregla ni Dios.

Supongo que no es tan malo. Pensándolo bien, los calvos hacen grandes cosas; la Historia está repleta de ellos: Lenin, Gandhi, Zidane, Bruce Willis. Hombres admirables que sin cabello han cambiado al mundo.

Lo que no acepto es esta separación agónica; ver que te vas poco a poco, de a cincuenta cabellos al día. No, eso sí que no. Eso es deprimente. A este ritmo parece que me estoy dejando crecer la frente; y ¿sabes?, si mi frente y mi nuca se van a volver una sola, prefiero no ver cada día cómo avanzan un poco hasta encontrarse. Vamos a terminar esto bien y rápido, como caballeros.

Y como caballero, te digo que pasaron varios meses para decidirme a acelerar nuestra… cómo decirlo… ¿separación? Lo pensé mucho, incluso hace un año te dejé crecer en un desesperado intento para ocultarme las entradas. Pero ya ni eso. Te me vas –literalmente- entre los dedos. Qué putada. Pero lo pasamos bien, ¿no? Probamos de todo: trencitas a lo Snoop Dogg, corto, largo, rapado, con colita de caballo a lo Desperado, con cresta punketa, con rastas…  (suspiro nostálgico)

Ojalá te quedaras otros treinta años. Otros diez. Otros dos… ¿no, verdad?

Pues eso. Sin rencores.

Adiós, cabello. Tuvimos buenos momentos juntos.