Éstos parecen ser días ideales para empezar a olvidar,
porque lo nuestro es olvidar.
Enero
–patético simulacro-
viene siempre dispuesto a borrarnos la memoria
de otro año infausto,
animándonos a enterrar vilezas,
y gritos y balas,
y teatros y mentiras.
Y lo vamos a olvidar,
porque lo nuestro es olvidar.
Todo lo que tanto nos dolió,
toda nuestra rabia virtual,
nuestro apoyo en 140 caracteres,
nuestras firmas electrónicas,
todo aquello que juramos no olvidar,
empieza a olvidársenos.
Todo.
Boko Haram, Río, Peshawar,
Gaza, Siria, Caracas,
San Pedro Sula, Crimea, Tlatlaya,
Ayotzinapa…
lo vamos a
olvidar.
Eso somos,
somos olvido,
somos olvidables.
Mientras no sea nuestra sangre,
lo vamos a olvidar,
porque lo nuestro es olvidar.
Diremos que no,
que no olvidamos,
pero estos días nos diluyen el dolor
y la memoria,
y tenemos propósitos y nuevos comienzos,
proyectos y ganas, borrón y cuenta nueva,
voluntad, actitud, optimismo.
Y de aquí a un tiempo recordaremos vagamente,
a ratitos,
a los 43 que juramos no olvidar.
Fuimos Ayotzinapa un día,
un año,
como fuimos ABC,
como fuimos Acteal,
como fuimos Aguas Blancas,
como fuimos Tlatelolco,
y seremos algo más cualquier día de éstos,
y eso que seamos,
también lo vamos a olvidar,
porque lo nuestro,
especialmente en estos días,
lo nuestro es olvidar.
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