Durante este mes, de manera excepcional, se
juegan los dos torneos continentales de futbol más importantes del mundo: la
Copa América, en Estados Unidos, y la Eurocopa, en Francia. Para quienes
gustamos de este deporte, este mes es un agazajo; puedes ver jugar en una
semana a Uruguay, a Alemania, a Brasil, a Inglaterra, y si tu país tiene la suerte
de haberse clasificado, puedes ver también a tu selección jugar contra los
grandes. El problema, como siempre en los acontecimientos deportivos mundiales,
son los malditos horarios que implica ver un torneo que se celebra del otro
lado del mundo. Mientras los europeos, en su continente, pueden disfrutar de
sus partidos a mediodía o por la tarde, reunidos con amigos, bebiendo, al aire
libre y con buen ambiente, los latinoamericanos tenemos que recluirnos en casa,
esperar despiertos hasta las 3 am, o levantarnos aún de noche, encender la tele
aún medio adormilados, y ver jugar a nuestra selección en el silencio de casa,
quizá incluso en la cama y sin querer hacer mucho ruido, en piyama, o con sueño si es que has preferido
quedarte despierto hasta que empiece el partido.
Por culpa de esta decisión de la FIFA –la
de celebrar la Eurocopa y la Copa América al mismo tiempo, llevo ya un par de
semanas durmiendo muy mal, a intervalos irregulares de tres o cuatro horas,
quedándome despierto hasta las 5 am, o durmiendo por la tarde y levantándome a
las 2 am.
México y Chile juegan dentro de unas horas los
cuartos de final. Daniel, profesor de español en la misma universidad, chileno
e hincha de Colo-Colo, lleva chingándome todo el año con que Chile será bicampeón.
Llevamos todo el semestre esperando este
posible enfrentamiento que al final se ha dado, acumulando apuestas de cervezas
y vodkas –además de jurar que el perdedor vestirá la camiseta contraria-,
restregándonos con saña los defectos de los porteros contrarios, burlándonos de
los delanteros que el otro admira, comparando defensas, insultando
mediocampistas; él, jactándose de que Chile es el actual campeón de América; yo,
recordándole que aun siendo campeones, hace poco les ganamos en el último
amistoso; es decir, calentando sanamente el ambiente para este día que ambos
tachamos de calendario hace tiempo, pero que debido a una clase que cada uno
tuvo que cancelar por motivos imprevistos, se nos ha ido al diablo, porque ambos tenemos una sustitución de clase
mañana a las 8 am.
De entre todos los profesores que enseñamos
español en la universidad, sólo Daniel y yo trabajamos mañana. El chileno y el
mexicano, cuyas selecciones se enfrentan hoy –es decir, mañana a las 4 am
tiempo de Polonia- en los cuartos de final.
Habrá que tomarse algo esta noche con Daniel,
seguir acumulando apuestas, y luego ya veremos: cada uno a casa a sufrir 90
minutos, o ya enrachados, a buscar algún bar que siga abierto a las 4 am, con
tele y que pase un torneo que se celebra del otro lado del mundo y que en
Europa a nadie le importa.
Lo cierto es que mañana ambos estaremos de nuevo a las
8 am en la universidad, sin haber dormido quizá; uno con semblante abatido, el otro
victorioso, abrazando al camarada caído; ambos con cara haber pasado una noche
de perros y con una clase de 4 horas aún por delante.
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