Era noviembre cuando Izabela me habló por
primera vez de Amarna Miller (después, a mi regreso de España, hablaríamos
mucho más sobre ella). Yo planeaba entonces mis vacaciones de diciembre, y
puesto que algunos amigos que radican en Cracovia irían a España a visitar a
sus familias, me invitaron a pasar unos días con ellos, en Galicia, en Toledo y
en Ciudad Real. Decidí que también pasaría unos días en Madrid, donde me
recibiría Ramón, un amigo mexicano que lleva ya más de la mitad de su vida en
la capital española, y que las dos o tres veces que he estado en esa ciudad, es
mi guía y mi puerta al descubrimiento de los distintos Madriles: el de Sabina,
el de Alatriste, el de Max Estrella, el de Luis Candelas, el de las riñas
Góngora-Quevedo. Ramón es un excelente guía literario de la ciudad, y obviamente
sería mi puerta al Madrid de Amarna Miller.
Un par de semanas
antes de mi viaje, hice un primer sondeo –con fines exclusivamente de
investigación- de la tal Amarna. Días después, durante la informalmente
bautizada The dead poets society cracoviana, donde un español, un colombiano y un mexicano nos reunimos cada dos semanas para hablar de literatura (aunque también del desgobierno polaco, de la crisis de los refugiados, delprecio de los tomates y del vodka, etc.), deslicé el nombre de la actriz
entre mis contertulios. Yo había descubierto ya que la tal Amarna, además de
actriz porno, era también directora, productora, activista, con un grado en
Historia del Arte y guía ocasional en el Museo Nacional del Prado. Mis dos
cofrades, a diferencia de mí, ya conocían la reciente pero extensa obra de la
Miller.
-Amarna Miller, cómo no, la nueva cara del porno feminista, aunque a
ella no le gusta mucho la etiqueta –dijo el colombiano-.
-Claro, que en España no sólo se hacen guarradas estilo Lucía la Piedra –agregó el español.
-También ha escrito un par de cosas interesantes –volvió el colombiano-,
tiene un libro de relatos y poesía, Manual
de psiconáutica, con ilustraciones y fotografías hechas por ella, y con
prólogo de Nacho Vigalondo.
-Un poco más que interesantes, diría yo –agregó el español-. Y en su
blog también tiene algunos relatos muy buenos, no como los bodrios que escribe
Sasha Grey. Ésa sí que se dedique sólo a actuar, que en eso nadie la supera.
-También trabaja mucho con la directora Erika Lust, y tienen una campaña
muy fuerte sobre porno ético. Es increíble la Amarna, toda una caja de
sorpresas.
The dead poets society no se volvería a reunir hasta más de un mes
después -pues tanto el español como yo nos iríamos de Cracovia, y el colombiano
estaba por casarse y andaba muy apurado organizando los últimos detalles de su
boda-, pero durante aquella última reunión del año me nutrí de valiosa
información sobre la actriz y escritora madrileña.
Madrid ha sido siempre un deleite en compañía de Ramón. Tabernas,
callejones, librerías. Durante mi estancia, mi amigo me descubrió nuevos
rincones del Barrio de las Letras, me contó nuevas historias de ese Madrid literario
que tanto le apasiona, me mostró y explicó cuadros del Reina Sofía que pasan
casi desapercibidos, y por supuesto, me llevó a bares en Lavapiés y Malasaña
que son tan cutres que resultan encantadores. Entre tapa y tapa le pregunté si
conocía a Amarna Miller, actriz porno y escritora.
-Miller, Miller… me suena haber leído su nombre hace poco en un cartel…
-También da visitas guiadas en El Prado, ya sabes, algo así como una interpretación
erótica del arte, pero cuesta 300 euros.
-¿300 euros? ¿Incluye…?
-No, no incluye nada. Lo dice muy claro en la página. Supongo que todos
preguntamos lo mismo.
-Pues nada, te tendrás que conformar con lo que hay en la red. Por
cierto, hablando de literatura y mujeres fatales, recuérdame al llegar a casa
que te dé un libro que tengo para ti.
La mujer de sombra, de Luisgé Martín. Esa fue la novela que Ramón me
regaló esa noche. Una increíble historia de envilecimiento, morbo y humillación
que transcurre en un Madrid oscuro y perverso. Pasé toda la mañana del día
siguiente leyendo con avidez el libro. Me encontraba en una terraza de La
Latina e iba ya casi por la mitad del libro cuando Ramón me llamó.
-Álex, te tengo una excelente noticia. Ya recordé dónde leí el nombre de
la tal Amarna Miller: en un cartel en la librería Tipos Infames, y resulta que
hoy a las 8 pm hay una charla con ella, creo que va a presentar la segunda edición
aumentada de su libro, o va a hablar de porno y feminismo, no sé bien, y
después hay una degustación de vinos, también con ella. La cosa es que es con
boleto, y ya están agotados, pero el dueño es un ex compañero mío del doctorado,
le llamé y me dijo que puede darte uno pero lo tienes que ir a recoger antes de
las 3 a su oficina, que está en la calle Carretas. ¿Dónde estás?
-No mames, Ramón, ¿neta? Va, ahorita le caigo a su oficina. Estoy en La
Latina.
-Pues está a 10 minutos de ahí, al lado de la Puerta del Sol. Y la
librería está en la calle de San Joaquín, en Malasaña, por donde estuvimos
anoche. Si puedo yo llego más tarde, te pego un toque.
Fui presto y raudo a la calle Carretas, y a las 8 en punto estaba a la
entrada de Tipos Infames.
Izabela tenía razón: todo un amor, la Miller. La charla fue amena. Éramos,
a lo mucho, 30 personas. Hubo preguntas, risas, poesía erótica, debate, firma
de libros. Pasamos después a la degustación de vinos. Amarna iba de aquí para
allá, hablaba con unos y con otros, saludaba a algunos amigos, recibía abrazos
y cumplidos. Me presenté, y estaba a punto de decirle lo mucho que apreciaba su
obra cuando ella miró el libro que yo llevaba en la mano.
-La mujer de sombra, joder, qué buena novela. Me encanta el personaje de
Julia. Lo que la desconfianza le puede hacer a un hombre, ya te digo. ¿Has
leído Los Oscuros, del mismo autor?
-No, esto es lo primero que leo de Luisgé Martín.
-Y espera que llegues al final. Es brutal.
Otro chico se nos unió y comentamos un par de cosas más del autor de La mujer de sombra. Amarna fue a hablar
con un par de chicas de un colectivo feminista de Bilbao que le tenían una
propuesta. El vino se fue acabando y algunos asistentes se fueron yendo. En un
momento la Miller se quedó sola, y fue entonces cuando se me ocurrió la idea.
Me acerqué y sin más se la expliqué.
-Joder, me encanta la idea. Claro que lo podemos hacer. Pueden ser 5
minutos, o lo que tú quieras que dure, tú me dices qué quieres exactamente o me
dejas que yo improvise un poco, pero por lo que me cuentas se me están
ocurriendo un par de cositas lindas. Mira, hacemos esto: apunta mi correo y
mándame los detalles, ¿te parece?
(continuará)
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